LA RURAL DORADA… De los ‘80 y ’90
Durante 15 días de septiembre, todos los años vivíamos una gran aventura…
Paseando por la Sociedad Rural con los ojos de una niña veía la inmensidad de los tractores, las cosechadoras, de las cuales me sentía atraída por sus colores, sus extrañas formas e infinitos detalles. Pero más aún era interesante llegar a ellas para preguntarle al vendedor ¿Tiene folletos? ¿Calcomanías? Me da….!!! Coleccionar y juntarlos era un código generacional. Encontrarte con un amigo en esa aventura era obvio que lo primero en decir a coro… a ver cuál tenes… Esa me falta me la das… Si estaba repetida, se compartía y se canjeaba, sino se indicaba dónde ir a buscarla… Calcomanías!!! Era lo más… y ahí a los gritos exclamábamos: ¿¿Quién consiguioooo!!?? Dondeeee??, y salíamos corriendo a buscar…. Los pequeños brazos quedaban agotados de cargar peso de papeles. Pero durante los 15 días se guardaban en casa con la aprobación de mama, que estaba convencida que en poco más desaparecían y nosotros ya no diríamos nada, habrían quedado en el olvido pasional de esos 15 días de fervorosa búsqueda, para al fin de cuentas saber cuántos lográbamos juntar…
El paseo obligado con la escuela, también era muy esperado, como todo lo que acontecía durante esos días. Lo primero que hacíamos al llegar, era pasar por el stand de “La Germinadora” a comprar un plantin de 0,50 ctvos para mama, claro lo comprábamos primero porque después gastaríamos todo y no nos alcanzaría, sin tener en cuenta que al medio día, cuando llegábamos a casa felices con el plantin este ya estaba cuasi marchito medio quebrado, pero nuestras madres de todos modos con una sonrisa de oreja a oreja nos agradecería.
Hay cosas tan características de este lugar, que aún hoy siguen… se podrían llamar los clásicos de la rural… las torta fritas de bomberos, el chocolate que se toma en el stand hospital, los cucuruchos rellenos con dulce de leche (una delicia de ayer, que si los probase hoy serian una repugnancia de dulzura) Salinas grandes con su tradicional cocina a la cual de chicos nos asomábamos a mirar desde la ventana, que hacían las personas grandes en ese espacio curioso… Y dejamos en un aparatado los helados de ga-hil, que ya no están más, pero era la primera vez en la temporada que los consumíamos… asique todos desesperados a buscar el primer helado de tres bochitas, que tenga en uno de esos gustos crema del cielo!!! Y dejando lo goloso, yendo a otros clásicos, entrar y agolparnos en el primer stand de Cacho Peret donde aun se los lucen sus hermosos trabajos, los anillos, pulseras, cadenitas y todas las cosas que a las niñas nos gustaban, casi ninguna se iba de la rural sin llevarse algo. Era el momento de lucirse… ¿A ver que te compraste…? Mira yo conseguí este en otro lado… eran algunas de nuestras frases…
El universo de los varones era más simple, además de juntar folletos, corrían en los patios entre las tranqueras y los tractores. Ellos no se iban sin comprarse un chasco, algo con el que además de asustarnos, estarían toda esa semana, molestando en la escuela.
Cuando pasábamos los 9 o 10 años nuestros padres que ya nos veían un poco más grandes, nos dejaban ir en grupo de amigos, siempre había algún padre “justo” dando vueltas, pero nosotros éramos felices e independientes, porque además administrábamos nuestro dinero para comprarnos lo que quisiéramos en una tarde shopping… y así ellos se evitaban un día de llevarnos y escuchar constantemente… me compras, me compras, me compras…. Aunque en los quince días, algún domingo les tocaba seguro…
¿Alguna vez alguien adivino el peso del toro? Todos íbamos a ver y teníamos que decir cuánto pesaba, y a ojo de niño que ve gigante y en experiencia en animales podríamos decir que…. Más o menos…. Pero los padres si tenían idea, mayormente están relacionados de alguna forma en el agro y algún cálculo aproximado sacaban, después estaba la ayuda extra… entre tanto y tanto… pero si alguno, la pego en el peso exacto… avise, que nunca me entere…
Los animales también los visitábamos, algunos causaban admiración como el pavo real, otros atraían como los caballos, y siempre había alguien que le temía o no le gustaba alguno. Actividades había muchas durante esos días… pero nosotros disfrutábamos las más simples… las que los chicos de hoy verían como sonseras para nosotros eran aventura y diversión.
Entrando en la adolescencia, íbamos con nuestras amigas a pasear o tímidamente a ver al chico que nos gustaba… a encontrarnos con el… quizás ya habíamos arreglado una cita previa y teníamos a una amiga compinche que hacia la pata para que “nadie” de los cientos que andaban se enteraran. Y sino había cita previa, se provocaba el encuentro casual. Era el punto de encuentro. Todos sabíamos que ahí estaríamos. Muchos romances adolescentes comenzaron entre los jardines de la rural, y algún que otro primer beso a escondida.
Un par de años más y se venía la clásica rateada… faltazo a la escuela, mate y tortas fritas en la rural era el mejor plan para un grupo de amigos. Hasta se programaba la falta colectiva de toda la división, de esa manera, no se contabilizaría falta en el boletín de nadie!! Los padres, algunos resignados, habilitaban la falta sabiendo que si no se venía la rateada… y la rural, seguía siendo lugar de romances… de citas… de diversión… de amigos…
Ojala hoy los chicos y adolescentes se diviertan tanto y en un par de años, como todos los memoriosos de mi generación, puedan recordar las aventuras de rural…
LAURA ITATI SUAREZ